COLOMBIA: UNA VERGÜENZA



Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, Bogotá. Uno de los más hermosos templos de la Capital, reminiscencia que nos recuerda la fe perdida del pueblo colombiano

Estas tierras colombianas pisadas por primera vez en 1499 por el conquistador castellano Alonso de Ojeda, civilizadas y atraídas a la Fe de Cristo por la Madre Patria España, esta Nación que no se supo doblegar ante el opresor judaico- extranjero y defendió su soberanía a través de los grandes Caudillos de nuestra Historia: Rafael Nuñez, Jorge Eliécer Gaitán o el General Rojas Pinilla; este pueblo que a pesar de ser mal gobernado por los judeo- masones de turno supo conservar su fe católica y ponerla como estandarte ante todos los pueblos; estas gentes colombianas bravías y fervorosas que no decaían de cansancio tras el recorrido de largos kilómetros de peregrinación con el fin de pagar un favor o pedirlo a nuestra Gloriosa Patrona la Virgen de Chiquinquirá o al Señor de los Milagros de Buga; este glorioso pueblo que invocaba como su patrón al mismo Sagrado Corazón de nuestro Divino Redentor Jesucristo y se gloriaba de ser su pueblo, hoy no es más que una Republiqueta bananera laicista, judeo- masónica, inmoral, impía e indiferente tanto al sentido sobrenatural de la vida (que es la salvación) como al sentido político- social de la vida.

Quien leyere estas líneas pensará que es equívoco, que es radical, o que simplemente es despecho; pero nada más alejado de la realidad. Es la certera descripción de lo que es hoy el pueblo colombiano: un pueblo impío, inmoral, indiferente; desde el golpe dado por la judeo-masonería a la Iglesia Católica entera con la usurpación del Papado por el masón Angelo Roncalli en 1958 y el consiguiente Conciliábulo Vaticano II se acentuó la descomposición de nuestro país, que ya venía desarrollándose desde el año 1957, año en que la judeo-masonería aliada (Partidos Conservador, Liberal y Comunista) derroca al último caudillo de la Nación, Generalísimo Gustavo Rojas Pinilla, volviendo a explotar la bomba de la violencia y la guerra en nuestro país, pero ahora mucho peor, porque si en La Violencia desatada por el vil magnicidio del caudillo Gaitán (1948) era un enfrentamiento entre liberales (católicos) y conservadores (católicos), el cual fue pacificado realmente por el Gral. Rojas, se convirtió durante el infame Frente Nacional en un enfrentamiento entre guerrillas marxistas creadas por agentes de Moscú y capitaneadas visiblemente por el cura apóstata Camilo Torres y el pueblo colombiano, pueblo el cual parece que después de 60 años de lavado de cerebro y mentira democrática quiere rendir las armas ante el enemigo de la Patria.

Esta ignominia que quiere hacerse pasar como un "Tratado de Paz" no es más que el medio democrático que quieren los enemigos de Dios y de la Patria para alcanzar el poder y terminar de esclavizar a este pueblo nuestro ya de por sí tan oprobiado por estos 60 años de inmunda y apátrida democracia, sumado a la visita del impostor Antipapa Bergoglio que quiso afianzar tal traición. Pero mientras tanto, el pueblo colombiano sigue indiferente y sigue pensando en su placer individual, la juventud actual no merece ser calificada más que como una masa estúpida de pacifistas sin causa, manejables y totalmente decadentes, receptora de una "educación" mediocre y falaz (pública como privada) y totalmente animalizada. No hay que fiarse de las promesas de los demócratas, y mucho menos de los candidatos presidenciales, todos felones, apátridas y servidores de los intereses de la Judería internacional (si he dicho TODOS, ni el "tradicionalista" Ordóñez es la excepción, quien no pasa de liberal con careta lefebvrista). Si es necesario que este pueblo sufra lo mismo que está sufriendo el país vecino Venezuela (cuyos habitantes huyen de ahí con la esperanza de una vida mejor) para despertar del mísero letargo que los engolfa ahora y respondan al llamado de Dios y de la Patria, pasará tal cual ; o si esto no tiene más salida que la Parusía en Gloria y Majestad de Nuestro Señor Jesucristo, más aún  que sea así, y repetiremos fervorosos, expectantes y esperanzados el último versículo del Apocalipsis:

"¡VEN SEÑOR JESÚS!"

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