SOBRE LA APOSTASÍA FINAL



La gentilidad (es decir todos los pueblos de la Tierra salvo el judío) en sus tiempos de oscuridad antes de Cristo... parece que han vuelto a los tiempos de oscuridad pero con mucha más obstinación


Compartimos con nuestros lectores un muy interesante escrito del Obispo Católico Mons. José Urbina Aznar fechada en Mayo del año 2012 en la cual explica detalladamente como esta Apostasía que llevamos sufriendo desde hace ya 60 años es la Final, debido a la gravedad de esta Apostasía (no retornable) y a los mismos textos esjatológicos de los Santos Evangelios y del libro del Apocalipsis en una muy buena exégesis católica. Este escrito por lo demás nos deja mucho que pensar acerca de la situación actual y nos deja mucho que desear: el sano y santo deseo de la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo, única solución  la hecatombe moderna. Sin más les dejamos este valioso escrito:


LA INFIDELIDAD DE LOS CRISTIANOS ES PEOR QUE LA INFIDELIDAD DE LOS JUDÍOS.

"EL TIEMPO DE LA SEMENTERA 
DE LA PALABRA EVANGELICA
 ENTRE LOS GENTILES, 
SE HA TERMINADO"
Mons. José F. Urbina A.
Mayo 2012

     Santo Tomás de Aquino en la SUMA TEOLOGICA (2-2, q. 10, a. 5) nos explica las distintas especies de infidelidad que hay, diciendo que es "el pecado mas grave". Escribe: "...consistiendo el pecado de infidelidad en resistir a la Fe, esto puede hacerse de dos maneras. O se resiste a la Fe aún no recibida y tenemos la infidelidad de los paganos y gentiles; o se resiste a la Fe Cristiana ya recibida, bien sea en figura y tenemos la infidelidad de los judíos, bien en la manifestación misma de la verdad, y así es la infidelidad de los herejes. Mas, si distinguimos las especies de infidelidad por orden a los errores en las diversas materias de la Fe, las especies son indeterminadas. Pueden, en efecto, -como enseña San Agustín-, multiplicarse hasta el infinito". 

     La primera infidelidad a la que Santo Tomás se refiere es la de los paganos y gentiles. Es la infidelidad a la Fe aún no recibida. Es la resistencia del hombre a convertirse a la verdad que Dios predicó entre los hombres. Es la pasión por seguir opiniones basadas en la "omnisciente" voluntad humana. "Los que no crean serán condenados". 

     A los hombres les es más fácil convertirse a la prostitución sin reflexionar que reflexionando aceptar la verdad.

   El texto del Evangelio de San Mateo (XXIV, 14) dice: "Se proclamará, dice Cristo N. S., esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin". Debemos reflexionar varias cosas de este texto: 1. Que el Evangelio ha de ser predicado en todo el mundo. No dice que todas las naciones se convertirán, pues quienes no crean serán condenados. 2. Que el deseo de Cristo, y esto está implícito y claro, significa que El quiere que todos los hombres entren en Su única Iglesia, y por lo tanto Dios desaprueba las diversas religiones que hay en el mundo, que ahora los herejes modernistas dicen que no solamente son queridas de Dios, sino que todas ellas al igual que la Iglesia Católica, son diversos caminos de salvación. ¿No es muy clara la deformidad monstruosa de ese evangelio que predican los del Concilio segundovaticanista .




    Parecería imposible conocer el momento del fin pues no es posible a nadie saber el tiempo en que todas las naciones han recibido el mensaje evangélico. Por este camino no es posible. Pero hay muchas y muy grandes señales que lo van a anunciar. Si fuera un acontecimiento velado a los ojos de los hombres que escondiera su inminencia, el texto del Evangelio de San Lucas sería ocioso y desorientados. Dice San Lucas en el Cap. XII, v. 54 y siguientes: "Decís también a la gente: "Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: Va a llover, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: Viene bochorno. Y así sucede". ¡Hipócritas!. Sabéis explorar el aspecto de la Tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?". Cristo no solamente se refería al tiempo del Mesías que Su pueblo no había conocido, sino a las señales próximas a Su Parusía cuyas señales estarían a la vista y para el entendimiento del pueblo. El Señor está muy lejos de ser compasivo con los que "ignoran". Los llama "¡Hipócritas!". Dura palabra para los que ignoraron el momento de su visitación, y dura palabra para todos aquellos que "ignoren" las señales de Su Parusía.

    El fin del mundo, acontecimiento dramático y terrible, inevitable, vendrá acompañado también de otros sucesos fuertemente relacionados, claramente profetizados y podríamos decir que contemporáneos como para llamar la atención de cualquiera que no tenga hemorroide cerebrales. ¿Podríamos decir que todos estos acontecimientos pueden pasar inadvertidos?. Tal vez se pueda justificar la ignorancia del pueblo del momento en el que la sementera del Evangelio entre los hombres ha llegado a su fin, sin que por esto dejen de tener una grave culpa, pero no se puede decir lo mismo del destierro del Sacrificio por la infedelidad de los hombres; la Apostasía, por la infidelidad de los hombres; la presencia del Anticristo claramente avisada en La Salette, igualmente por la infidelidad de los hombres; y el regreso de los judíos a la Tierra Prometida y como capital Jerusalén, acontecimiento histórico que sólo se atreven a negar los ciegos voluntarios y a desligarlo de las señales de la Parusía inminente.

     Los hombres de la generación del fin estarán ciegos y sordos a todas estas cosas como una lata de gas pero por sus horribles, diabólicos y monstruosos pecados y pasiones -los malos seguirán haciendo el mal y no entenderán nada, dice el Profeta Daniel-, de forma que ignorarán las guerras y los rumores de guerras nunca antes acontecidas; la violencia, la inseguridad, el odio y el terror social e incluso la depravación de los niños; la corrupción generalizada y profunda del espíritu de los hombres pues ese es un lodo en el que se revuelcan a gusto para cebar sus más bajas pasiones; el agravamiento de los desastres de la Naturaleza mientras no los afecte a ellos o a sus intereses personales.

     Los hombres de la generación del fin, esa que está preparada para arder en el fuego en la Tierra (II Pedro, III, 7) reservado para destruir a los malvados y en el del Infierno, no es una generación de verdaderos ciegos, pero están profundamente infectados de deshonestidad y de malicia. Los aparentemente ciegos y los del club de los "no pasa nada" son deshonestos encharcados en la depravacion. Los que oyen todo y nunca atienden, aunque bajen la cabeza, están poseídos por alguna clase de demonio. Estos pobres miserables están esperanzados en el fondo de su alma en las promesas de un mundo que comienza a abrir sus puertas para dar paso libre al libertinaje, a la indiferencia, al Indiferentismo y la libertad sexual, de los que tienen el alma rebozando. Todos ellos, forman una sola empresa, un solo corporativo que tiene muchos niveles y muchos departamentos. Que no se sientan libres de esta trabazón los que sólo son tibiecitos que huelen a vómito, o los que con la boca confiesan su ardiente fe, pero que con las obras manifiestan lo contrario. Se sienten distinguidos de redingote y bombín, pero no son capaces del menor esfuerzo por su Dios y por su Religión.

     Todos ellos forman un todo compacto que abarca a los más despreciables y los que en el alma han instalado a los demonios de su elección. La actitud de estos hombres endemoniados y su espíritu, tienen como cosa despreciable todas estas señales que significan solamente que su hora ha llegado. Que el mundo deseado es el que ya tienen al frente que les ha de permitir actuar con libertad y quedar libres de la condena y de la conciencia como cuando el Cristianismo dominó el entorno con ciencia y poder.

     No son, pues, estos hombres ciegos sino que están sintiendo en lo más profundo de su ser, y con razón, que el nivel de depravación de su alma, ha sido igualado por el nivel de depravación del mundo y así se sienten satisfechos.

     Son esos hombres capaces de confesar su fe cristiana, mientras pasan de prisa por la cumbre del Calvario donde están clavando en una Cruz al Hijo de Dios, o está agonizando, y aceleran el paso, y con un ademán de indiferencia o de fastidio, corren para atender sus actividades, sus negocios particulares, sus reuniones lujuriosas, sus viajes o sus fiestas de figurado social. El Hijo de Dios dice: "Tengo sed" y cómo se sienten perturbados, ¡cómo se sienten fastidiados!'.

    Esta gente perversa del fin, es peor que los judios que rechazaron la Fe recibida en figura. Porque se bautizaron, creyeron, practicaron, recibieron los Sacramentos, alardearon de su fe para la apariencia exterior y la abandonaron y no fueron capaces de dar ni su tiempo -que no les cuesta- para su Dios.
     Estos son los hombres de la Iglesia del Ocaso que es la Iglesia del Anticristo, que cambió la celebración del Sacrificio hacia el Oriente, por una asamblea profana hacia el Occidente para darle culto al Demonio. (Profeta Malaquías Cap. I, 11).

    Esta es una generación más perversa que aquella que rechazando a su Mesías pidieron que Su Sangre cayera sobre ellos y sobre sus hijos. Esa Sangre los condenó y cayó sobre sus cabezas, pero la generación del fin, y estamos hablando de esta generación, derramaron esa Sangre, y la han pisoteado y la han escupido. Es la generación que va a ser arrancada de la oliva, aplastada y arrojada al fuego. El Juicio de Dios será más severo para esta generación que para los judíos o para Sodoma (Mateo II, 23), porque con un desprecio injurioso han pisoteado el amor de Dios agotado por el exceso de Su abundancia Los milagros y los favores hechos por Su Iglesia fueron más grandes que en toda la historia de Israel. Por eso, estos hombres son los desechos, las sobras, la baba, la pelusa de una humanidad hipócrita, apóstata preparada para el exterminio.

     No faltaran los que piensan que estoy exagerando sobre la gente terrible de este tiempo horrible, pero leamos lo que San Pablo dice con autoridad e inspiración divina de este tiempo y de su gente. En su Carta a Timoteo (III, 1 y siguientes) le dice: "Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, que tendrán la apariencia de piedad...a estos pertenecen esos que se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda clase de pasiones, que siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad...(v. 13) ...los malos y seductores irán de mal en peor, serán seductores y seducidos". Comunicación persuasiva de masas, o coercitiva.

     ¿No es fastidioso oír a esas legiones de hipócritas que confiesan a boca llena su fe y su devoción y cargados de pecados y de pasiones bajas no son nunca capaces de una sola obra por su Dios?, (Santiago II, 14). Estos son los hombres que confiesan creer que hay un solo Dios, pero les dice el Apóstol: "También los demonios creen y tiemblan" (II, 19). Y añade: "¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios?. Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios" (IV, 4)

     Ampara Señor a los que en medio de este atroz pavor, aun te son fieles con limpio corazón.

 LA GRAN PROMESA.

     Le escribe San Pablo a los gálatas (VI, 7): "No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción". 
     Este pecado tiene una consecuencia ineludible. Embrutece la inteligencia para las cosas de Dios. El hombre que siembra en su carne, no es precisamente el lujurioso, pero esto nunca se excluye. El que cae presa de este pecado bajo, se divierte, se esfuerza con gran sacrificio por la apariencia y el bien vivir porque lo alaga profundamente la admiración de los otros como él. Vive para imbuirse profundamente del espíritu mundano sin desechar las cosas del espíritu que utiliza sólo para la apariencia o el discurso. Quienes lo conocen quieren ser como él y usa esto para acercarse con éxito a relaciones lujuriosas de su preferencia. Este es un pobre individuo que goza sus logros pero que pertenece al club de los "no pasa nada". Es extremadamente indiferente para violar sin ninguna conciencia las leyes de Dios. No se cree culpable. No se acusa de nada, y antes bien, todo lo explica y lo justifica. Es el clásico que tiene la mente "cauterizada" de los que hablaba San Pablo.

     Pero este es uno de los mejores de entre la masa corrupta de la generación actual, de una masa descristianizada que ya no tiene ninguna moral ni doctrina, producto de un núcleo familiar que fue prostituido hace muchos años.

     El resto fiel está, entonces, rodeado, apretado, arrinconado, aplastado, incomprendido, sin oportunidad de fortalecer su alma y por lo tanto en peligro, ni ocasión de consolar su espíritu a la vista de tantas atrocidades que sólo ellos tienen ojos para ver. Las fuentes de la gracia saben que se han secado. El pueblo se ha alejado, se ha ido y no hay poder humano que lo regrese, porque vaga en la más completa oscuridad. El Evangelio de San Lucas (XXI, 11) dice cuando describe estos tiempos: "habrá cosas espantosas". El Apocalipsis dice que el Anticristo "hará bajar fuego del Cielo" (XIII, 13), y San Gregorio Magno lo explica de esta manera en LOS MORALES (Libro XXXIII, Cap. XXXVII, 62): "Y por eso también San Juan en el Apocalipsis dice de esta Bestia que hará descender fuego del Cielo. Descender fuego del Cielo proceder de las almas celestiales de los escogidos, las llamas del celo santo".

     "Pero cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará la Fe sobre la Tierra?" (Luc. XVIII, 8). Es evidente que habrá un resto fiel. Un reducidísimo resto fiel que a diferencia de todos, PODRÁ VER. Por éstos, los días del fin serán acortados, pues si se alargaran, estarían en peligro. Para éstos, Cristo pronunció la gran promesa: "NO OS DEJARA SOLOS, VOLVERÉ" (Juan, XIV, 18).

     Esta es la gran promesa, para todos los que esperan, para los que velan en todo tiempo y siguen el insistente consejo de los Evangelios: "Velad", esperad, amad la aparición de Cristo. Porque al alba, triunfaremos (Mat. XIV, 44; XXV, 12; Luc. XXI, 34; XII, 35; Marc. XII, 37).

PAX VOBIS.

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