EL TIEMPO DE LA PARUSÍA Y UN VERSÍCULO DE LOS SALMOS



EL TIEMPO DE LA PARUSÍA Y UN VERSÍCULO DE LOS SALMOS

Artículo de Alberto Ezcurra Medrano para la Revista Tradicionalista "ROMA" Año XXI, no. 101- Octubre de 1987


"Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer que pasó y como una de las vigilias de la noche" (Sal. 89, 4).

Este versículo tiene un sentido literal obvio: la nada del tiempo respecto de la Eternidad de Dios. pero como ocurre con otras frases de la Sagrada Escritura, creemos que también tienen  un sentido figurado y recóndito.

San Pedro utiliza la primera parte del mismo refiriéndose a los últimos tiempos. "Estad ciertos ante todas las cosas de que vendrán en los últimos tiempos impostores artificiosos, arrastrados de sus propias pasiones, diciendo: ¿Dónde está la promesa o advenimiento de Éste? Porque desde la muerte de de nuestros padres, todas las cosas permanecen del mismo modo que al principio fueron creadas" (II Pedro 3, 3-4) Y más adelante añade:"Pero vosotros, queridos, no debéis ignorar una cosa y es que un día respecto de Dios es como mil años y mil años es como un día" (II Pedro 3,8).

Straubinger, comentando este pasaje escribe: "Esta expresa indicación que San Pedro nos recuerda diciendo que no quiere que la ignoremos, puede servir de guía para el estudio e interpretación del tiempo en otros anuncios proféticos".

Ya lo habían hecho así los judíos. Creían ellos que los seis días de la creación del mundo figuraban los seis milenios que duraría su existencia. "La idea de que la duración del mundo no pasaría de seis mil años después de la creación de Adán había invadido la Palestina y estaba fundada en una antigua tradición judaica. Era también opinión de los Rabinos, basada en el Talmud".

Los antiguos Padres de la Iglesia siguieron la misma tradición reforzada por las palabras de San Pedro. Unos fueron milenaristas, otros no. Unos creyeron que el séptimo día significaba el reino glorioso de Cristo en la tierra. Otros vieron en él el fin del mundo y el reino eterno de Cristo en el Cielo. No nos proponemos aquí dilucidar esta cuestión. Los mencionaremos en conjunto.

Sostuvieron los seis mil años de la duración del mundo, en el siglo I, la Epístola Barnabas; en el siglo II, San Justino y San Ireneo; en el siglo III, San Hipólito, San Victorino, San Metodio y San Cipriano; en el siglo IV, Lactancio, Quinto Julio Hilariano, Gaudencio de Brescia, San Cirilo y San Juan Crisóstomo; en el siglo V, San Agustín y San Jerónimo, en el siglo VII, San Atanasio Sinaíta; en el siglo VIII, San Germán de Constantinopla.



Yahvé Dios en la creación del mundo

Cornelio a Lapide acepta y resume esta tesis en las siguientes palabras: "Elohim creó el mundo en seis días; comenzó su obra un domingo para concluirla un viernes. Aquellos seis días que duró la creación del mundo, corresponden a los seis días milenarios que durará su existencia; porque aquellos seis días generadores no son sino la figura de los seis milenios conservadores, según estas hermosas palabras del Real Salmista: Señor, ante vuestros divinos ojos, mil años son como el día de ayer que pasó".

Puede argumentarse contra esto que la Biblia no nos da una cronología exacta y científica desde Adán a nuestros días. No interesa. Evidentemente, como dice Castellani: " de Adán a Cristo no había almanaques". Pero lo que importa en la cronología bíblica, sea o no sea científicamente exacta, es su valor simbólico". 

En síntesis: la duración del mundo, según unos, o de los tiempos de las naciones, según otros, sería de seis mil años. O sea que si la creación de Adán fue en el año cuatro mil antes de Cristo, como se deduce de la más común interpretación de la cronología bíblica, la Parusía y con ella el fin del mundo o de llos tiempos, ocurriría -aproximadamente, pues "en orden al día y a la hora nadie lo sabe" (Mat. 24, 36.)- en el año 2000 después de Cristo.

El versículo  que estudiamos contiene una segunda parte, sobre la que se han hecho menos especulaciones, pero que no creemos haya sido escrita sin razón ni deje de tener también algún sentido oculto: "Y como una de las vigilias de la noche". Scío traduce: "Y como centinela en la noche." Es lo mismo. Los centinelas se renovaban cada vigilia.

La noche romana constaba de cuatro vigilias de tres horas. De 18 a 21, de 21 a media noche, de media noche a 3 y de 3 a 6.

Tomemos ahora San Mateo 25, 1-6: "Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo y a la esposa. De las cuales cinco eran necias y cinco prudentes. Las necias, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite. Al contrario, las prudentes llevaron aceite en sus vasijas. Como el esposo tardase en venir, se adormecieron todas y se quedaron dormidas. Mas llegada la media noche se oyó una voz que gritaba: Mirad que viene el esposo, salidle al encuentro".

Nótese que el esposo llega a media noche, o sea al fin de la segunda vigilia. Si mil años son como una vigilia de la noche, dos vigilias son dos mil años. Otra vez nos encontramos aquí con el año 2000 como fecha probable de la Parusía, de la cual quizá Cristo haya querido darnos un inicio simbólico en su parábola de las vírgenes prudentes y necias.

No debemos ignorar estas cosas, como decía San Pedro. Lejos de nosotros pretender que estos cálculos sean infalibles. Pero hagamos nuestras las palabras del Cardenal Newman: "Es verdad que muchas veces y en muchas épocas los cristianos se han equivocado creyendo discernir la venida de Cristo; pero vale más creer mil veces que Él viene cuando Él no viene, que una sola vez creer que Él no viene cuando Él viene. Tal es la diferencia entre en la Escritura y el mundo. Siguiendo la Escritura estaremos siempre esperando a Cristo; pero siguiendo al mundo, no le esperaremos jamás. Él debe venir un día, temprano o tarde. Los espíritus del mundo se burlarán hoy de nuestra falta de discernimiento; pero, precisamente los sin discernimiento triunfarán al fin".

ALBERTO EZCURRA MEDRANO


MARANATHÁ ¡VEN SEÑOR JESÚS!

PAX VOBIS.


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