SALUDOS Y REFLEXIÓN DE FIN DE AÑO










Llegamos pues al final de otro año civil para comenzar, Dios mediante, el nuevo año 2020, en estos momentos los mundanos se disponen a celebrar el año nuevo con vanos propósitos y con ritos supersticiosos (comer 12 uvas, tirar un vaso de agua por la ventana el 31 a las 12, entre otras sandeces), creyendo que con ésto tendrán una "mejor suerte" para este año más de vida... Tristeza inmensa causa el saber que no pocos cristianos caen en lo mismo, pero el cristiano verdadero se dispone de una manera diametralmente opuesta a la del mundano, o por lo menos debe disponerse de una manera diferente.

El católico verdadero sabe que un nuevo año no es sino un año menos, así es mis estimados lectores un año menos, un año menos de los que Dios Nuestro Señor ha dispuesto que vivamos en este valle de lágrimas, un año menos para contemplar la Gloria y Majestad de Jesucristo Nuestro Señor en su Sagrada Parusía, ambas cosas deben ser para nosotros consuelo y esperanza, tanto el uno como ell otro motivo:

-  Debemos alegrarnos de que pase un año menos pues eso significa que ya estamos más cerca de la eternidad, pero ciertamente no puede estar alegre de esta verdad un cristiano apegado al mundo mundanal, pues el mundano quiere alargar sus días en esta miserable vida para seguir disfrutando de los placeres y bienes engañosos que el mundo ofrece y le entristece el hecho de tener que abandonar esta vida de vanos placeres con la muerte. 

Para esos católicos manchados con el amor del mundo y sus placeres y divertimentos habla el Apóstol San Juan diciendo: "No améis al mundo ni las cosas que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Juan 2, 15); de manera más apremiante nos exhorta el Apóstol Santiago diciendo: "¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? Quien, pues, quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios". (Sant. 4, 4).

Además mis queridos hermanos hemos de hacernos la imperiosa pregunta: ¿De verdad vale la pena perder a un Dios tan bueno, tan misericordioso, tan amoroso y tan sublime como el Señor por un vil placer, por una amistad mundana, por una fiesta o por un falso amor, por una pasión, por dinero? Hagámonos está pregunta y recordemos aquellas palabras que Dios mandó predicar al Profeta Isaías: "Una voz dice: "¡Clama!" y se le dan por respuesta: "¿Que he de clamar?" Toda carne es heno, y toda su gloria como flor del campo; se secó el heno y se marchitó la flor, cuando el soplo de Yahvé pasa sobre ella. Sí, el hombre es heno; se seca la hierba, se marchita la flor, mas la palabra de Nuestro Dios permanece eternamente" (Is. 6- 8).



"Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti" - San Agustín.


- El otro motivo de nuestra alegría debe ser que está cada vez más próximo el Retorno de Cristo Nuestro Señor a la Tierra y la Venida de su Reino tal cual lo pedimos en el Paternoster; pues toda esta vida de mortificación e indiferencia hacia las cosas del mundo no es una vida amarga sino, cómo lo dice el Apóstol San Pablo, una vida de "dichosa esperanza, aguardando la aparición de la gloria del gran Dios y Salvador Nuestro Jesucristo" (Tito 2, 13). Pues este siglo malo (Gál. 1, 4) y toda su perversidad terminarán con la Parusía de Cristo, y si somos fieles hasta el final reinaremos con Cristo y veremos la Gloria de su Reino. 

Este es, pues , nuestro principal motivo de alegría y la base de nuestra esperanza,  si este motivo no nos alegra síntoma es de que no amamos a Cristo sino que amamos la vanidad y miseria de esta vida, pues "donde está tu tesoro, allí estará tu corazón" (Mt. 6, 21) nos dice el Señor Jesús, y si nuestro tesoro es este mundo pues allí estará nuestro corazón apegado, pero si nuestro tesoro está en Cristo, nuestro corazón estará con una alegría inefable y con una santa impaciencia de ver al fin reinante a Cristo Rey en el mundo.


Cómo últimas palabras queremos desearles a todos y cada uno de nuestros lectores un Feliz y Bendecido Año Nuevo 2020, lleno de las bendiciones divinas y muy especialmente la de la perseverancia final.



¡FELIZ Y BENDECIDO AÑO NUEVO!

¡VENGA A NOS EL TU REINO, CORAZÓN DE JESÚS!

PAX VOBIS.

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