EL DRAMA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS - P. Emmanuel André - VII. HENOC Y ELÍAS

 


Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, a su lado Moisés y Elías.

VII. HENOC Y ELÍAS


Los hechos maravillosos que vamos a referir no son suposiciones aventuradas; son verdades sacadas de la Escritura Sagrada, y que sería por lo menos temerario negar.

Antes del fin de los tiempos, y durante la persecución del Anticristo (*), se verá reaparecer en medio de los hombres a dos personajes extraordinarios, llamados Henoc y Elías.

¿Quiénes son estos personajes? ¿En qué condiciones se realizará su aparición providencial en la escena del mundo? Es lo que vamos a examinar, a la luz de las Escrituras y de la Tradición.


I

Henoc es uno de los descendientes de Set, hijo de Adán, y tronco de la raza de los hijos de Dios. Es la cabeza de la sexta generación a partir del padre del género humano. El Génesis nos enseña sobre él lo que sigue :

“Jared llevaba de vida ciento sesenta y dos años cuando engendró a Henoc… Henoc llevaba de vida sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén; y caminó Henoc en compañía de Dios, después de haber engendrado a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas. Resultaron, pues, todos los días de Henoc trescientos sesenta y cinco años. Ahora bien, Henoc caminó en compañía de Dios, y desapareció, porque Dios le tomó consigo” (Gen. 5 18-25).

Dios arrebató a la edad de 365 años, es decir, dada la extrema longevidad de esa época, en la madurez de su edad. No murió, sino que desapareció. Fue transportado, vivo, a un lugar conocido sólo por Dios. Esto es lo que sabemos de Henoc, patriarca de la raza de Set, bisabuelo de Noé, antecesor del Salvador.

Por lo que se refiere a Elías, su historia es mejor conocida. Henoc, anterior al Diluvio, nació varios miles de años antes de Jesucristo. Elías apareció en el reino de Israel menos de mil años antes del Salvador; es el gran profeta de la nación judía.

Su vida es de lo más dramática (III y IV Reyes). Se podría decir que es una profecía en acción del estado de la Iglesia en tiempos de la persecución del Anticristo. Siempre anda errante, siempre se ve amenazado de muerte, siempre es protegido por la mano de Dios.

Unas veces Dios lo oculta en el desierto, donde lo alimentan unos cuervos; otras veces lo presenta al orgulloso Acab, que tiembla ante él. Dios le entrega las llaves del cielo, para enviar la lluvia o el rayo; lo favorece en el monte Horeb con una visión llena de misterios.

En resumen, lo engrandece hasta darle la talla de Moisés taumaturgo, de manera que juntamente con Moisés escolta a Nuestro Señor en el Tabor.

La desaparición de Elías responde a una vida tan sublimemente extraña. Se lo ve caminar con su discípulo Eliseo; se abre un paso a través del Jordán, golpeando las aguas con su manto. Anuncia que va a ser arrebatado al cielo. De repente, “mientras ellos iban hablando, un carro de fuego y unos caballos de fuego los separaron a entrambos, y subió Elías en un torbellino al cielo. Eliseo lo veía y gritaba : «¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su auriga!» Y no le vio más” (IV Rey. 2 11-12).

De este modo Elías, el amigo de Dios, el celador de su gloria, fue también arrebatado y transportado a una región misteriosa, en la que se encontró con su antecesor, el gran Henoc.

¿Cuál es esta región? Henoc y Elías están vivos, eso es seguro. ¿Dónde los ha escondido Dios? ¿En alguna región inaccesible de esta pobre tierra? ¿En algún lugar del firmamento? Nadie lo sabe.

Se puede afirmar solamente que, por el momento, se encuentran fuera de las condiciones humanas; los siglos pasan debajo de sus pies, sin afectarlos; permanecen en la madurez de su edad, seguramente tal como eran cuando Dios los arrebató de en medio de los hombres.



El Santo Profeta Elías siendo llevado al cielo en una carroza de fuego en presencia de su discípulo Eliseo.


II

Su reaparición en la escena del mundo no es menos segura que su desaparición.

En efecto, el autor del Eclesiástico, expresando toda la tradición judía, habla de estos dos grandes personajes en los siguientes términos:

“Henoc agradó a Dios, y fue transportado al paraíso, para predicar la penitencia a las naciones” (Ecles. 44 16).

“¿Quién puede gloriarse de ser tu igual, oh Elías?… Tú, que fuiste arrebatado en un torbellino a lo alto, y por un carro con caballos de fuego; tú, de quien está escrito que fuiste preparado para un tiempo dado, para apaciguar la cólera de Dios, para convertir el corazón de los padres hacia los hijos, y restablecer las tribus de Israel” (Ecles. 48 1-11).

Estas palabras de un libro canónico nos revelan claramente que Henoc y Elías tienen que realizar una misión ulterior. Henoc debe predicar la penitencia a las naciones, o si se prefiere esta traducción, conducir las naciones a la penitencia. Elías debe restablecer un día las tribus de Israel, es decir, devolverles su rango de honor al que tienen derecho en la Iglesia de Dios.

La unanimidad de los doctores ha comprendido que esta doble misión se realizará simultáneamente al fin del mundo. Elías en particular es considerado como el precursor de Jesucristo cuando venga del cielo como Juez; este pensamiento se deduce manifiestamente de los Evangelios (Mt. 17; Mc. 9).

Por lo tanto, los hombres verán un día, y no sin terror, cómo Henoc y Elías vuelven a descender en medio de ellos, y les predican la penitencia con un brillo extraordinario. San Juan los llama los dos testigos de Dios, y los pinta como sigue en su Apocalipsis (11 3-7) : 

“Daré orden a mis dos testigos, y profetizarán vestidos de saco mil doscientos sesenta días. Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra. Y si alguno les quiere hacer mal, saldrá fuego de su boca y devorará a sus enemigos. Y si alguno pone su mano sobre ellos, perecerá sin remedio del mismo modo.

Estos tienen la potestad de cerrar el cielo para que no llueva durante los días de su profecía, y tienen potestad sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con todo linaje de plagas, siempre y cuando quisieren”.

¿Quién no reconoce en este retrato al Elías del Antiguo Testamento, que cerró el cielo durante tres años y medio, e hizo caer fuego del cielo sobre los soldados que venían a capturarlo?

Los mil doscientos sesenta días señalan el tiempo de la persecución final, como ya lo hemos hecho observar. La aparición de los testigos de Dios coincidirá, pues, con la persecución del Anticristo. (*)

Hay que reconocer que el socorro dado a la Iglesia será proporcionado a la magnitud del peligro.

Los dos testigos de Dios, revestidos de las insignias de la penitencia más austera, irán por todas partes, y en todas partes serán invulnerables; una nube, por decirlo así, los cubrirá, y fulminará a quienquiera ose tocarlos. Tendrán en sus manos todas las plagas, para herir con ellas a la tierra según su arbitrio. Predicarán con una libertad suma, en la misma presencia del Anticristo.

Este se estremecerá de rabia; y habrá un duelo formidable entre el monstruo y los dos misioneros de Dios.




(*) Es aquí donde se presenta uno de las opiniones confusas del autor (error, por lo demás, muy común en muchos autores) que difieren del sentido de las Sagradas Escrituras, y consiste en identificar el tiempo de predicación de los dos Testigos, mil doscientos sesenta días o tres años y medio (Apoc. 11, 3), con el tiempo del reinado tiránico del Anticristo, cuarenta y dos meses o tres años y medio (Apoc. 13, 5).

El texto del Apocalipsis es claro, al mostrarnos ambos tiempos distintos y sucedáneo el uno respecto del otro. Traemos el texto del Apocalipsis que deja en claro este tema: " Y cuando hayan acabado su testimonio (los dos testigos), la bestia que sube del abismo hará guerra, los vencerá y les quitará la vida". (Apoc. 11, 7).

Mons. Straubinger comenta al respecto en la nota de este pasaje: "La bestia que sube del abismo simboliza al Anticristo y su aparición se anticipa aquí, pues sólo se tratará de ella en el cap. 13. Ello demuestra que este capítulo se vincula cronológicamente al presente".

Respecto del Anticristo, llamado simbólicamente "Bestia del Mar", dice la Escritura: "Y se le dió una boca que profería altanerías y blasfemias; y le fue dada autoridad para hacer su obra durante cuarenta y dos meses (...) Le fue permitido también hacer guerra a los santos y vencerlos; y le fue dada autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación". (Apoc. 13, 5 y 7). Porque le fue dado poder al Anticristo de hacer guerra a los santos y vencerlos es que asesina al final de los tres años y medio de predicación a los dos Testigos, quienes después resucitan a la vista de sus enemigos (Apoc. 11, 7- 13). Recién ahí comienzan los tres años y medio de la tiranía del Anticristo.

Para tener más clara está diferenciación debemos citar la Profecía de las Setenta Semanas de Daniel, tan íntimamente vinculada al Apocalipsis. Cada semana está compuesta de siete años cada una, y la última es interrumpida por la Muerte de Cristo; la semana Septuagésima es reanudada con los dos Testigos. Traemos el texto de Daniel: 

" Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y para tu ciudad santa, a fin de acabar con la prevaricación, sellar los pecados y expiar la iniquidad, y para traer la justicia eterna, poner sello sobre la visión y la profecía y ungir al Santo de los Santos. Sábete, pues y entiende: Desde la salida de la orden de restaurar y edificar a Jerusalén, hasta un Ungido, un Príncipe , habrá siete semanas y sesenta y dos semanas (siete semanas para la reconstrucción de Jerusalén después del cautiverio de Babilonia, y sesenta y dos semanas hasta la Muerte del Mesías= 69 semanas); y en tiempos de angustias será ella reedificada con plaza y circunvalación. Al cabo de las sesenta y dos semanas será muerto el Ungido y no será más. Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá el Santuario; mas su fin será en una inundación; y hasta el fin habrá guerra y las devastaciones decretadas.  Él confirmará el pacto con muchos durante una semana (7 años), y a la mitad de la semana (es decir, a los 3 años y medio) hará cesar el sacrificio y la oblación; y sobre el Santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decretada se derrame sobre el devastador". (Dan. 9, 25- 27 con notas nuestras).

(*) Se vuelve a mencionar la opinión confusa de la identificación del tiempo de los dos Testigos con el del Anticristo. Huelga decir que la tesis de Enoc y Elías no es la única respecto de la interpretación de los dos Testigos. Algunos otros interpretan que serán Moisés y Elías, tal como aparecieron en la Transfiguración de Nuestro Señor, en representación uno de la Ley y el otro de los Profetas. Para quien desee saber más de la exégesis sobre los dos testigos les dejamos los siguientes enlaces:

1. La identidad de los dos testigos I

2. La identidad de los dos Testigos II

3. La identidad de los dos Testigos III  

4. La identidad de los dos Testigos IV


PAX VOBIS

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