EL PROBLEMA JUDÍO A LA LUZ DE LA SAGRADA ESCRITURA por Monseñor JUAN STRAUBINGER V- VIII





"Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó alrededor de Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido". Ex. 32, 1- La primera de las muchas apostasías del pueblo judío.



Mucho más difícil es la explicación de los vaticinios referentes a Israel como Pueblo. El primero de los Profetas que en nombre de Dios se pronunció sobre el futuro destino de Israel, fue Moisés. En los capítulos 26 del Levítico y el 28 del Deuteronomio promete el gran Profeta al Pueblo fiel las más maravillosas bendiciones: “Yahve te abrirá su rico tesoro, el Cielo, concediendo a su tiempo la lluvia necesaria a tu tierra y bendiciendo toda obra de tus manos; de suerte que prestarás a muchas naciones, y tú mismo no tomarás prestado. Yahve te constituirá cabeza y no cola, y estarás siempre encima y nunca debajo, si obedeces al mandato de Yahve, tu Dios, que hoy te intimo para que cuides de practicar; y no te apartarás ni a la derecha ni a la izquierda de ninguno de los mandatos que hoy te ordeno” (Deut. 28, 12-14; cfr. Deut. 30, 3). 

No faltan quienes buscan en éstas palabras una predicción del domino mundial de la raza hebrea, y la ven cumplida en la posición actual de los judíos como banqueros del mundo, lo que les da enorme influencia y – prácticamente- la superioridad sobre otras naciones, pues con el dinero se puede estar “siempre encima y nunca abajo”. Y hasta se ganan las guerras. Sin embargo no hay fundamento exegético para tal interpretación. Su realización depende, según Moisés, del fiel cumplimiento de la Ley antigua, de la cual, todos sabemos, los judíos de hoy cumplen solamente una parte. Si es que la cumplen; pues les falta el centro del culto mosaico, el Templo y los Sacrificios. 

Moisés no olvida la otra eventualidad, a saber, la apostasía de Israel, y le predice como castigo la dispersión entre otros pueblos: “Yahve te desparramará por todas las naciones, de un extremo a otro de la tierra, y allí servirás a dioses extraños que no conoces tú, ni tus padres, a leño y a piedra. En aquellas naciones no lograrás descanso ni tendrá punto de reposo la planta de tu pie. Yahve te dará allí un corazón trémulo, desfallecimiento añorante de ojos y congoja de espíritu. Tu vida te parecerá a lo lejos como pendiente de un hilo, y de noche y de día temerás, sin estar seguro de tu vida. Por la mañana dirás: ¡Quién me diera fuerza en la tarde! Y a la tarde exclamarás: ¡Quién me diera fuerzas en la mañana!” (Deut. 28, 64ss.). 

El Profeta Isaías se refiere más de una vez al porvenir de Israel, por ejemplo en Isaías (10, 21ss), donde dice: “Un resto volverá, un resto de Jacob, el Dios fuerte, pues aunque fuera tu pueblo Israel como la arena del mar, (sólo) un resto volverá”. La interpretación de ésta profecía está asegurada por San Pablo, que la cita en Rom. 9, 27, en conexión con la conversión de Israel. En Is. 59, 20-21 habla el profeta de un futuro Redentor y sigue: "He aquí mi alianza con ellos, dice Yahve: Mi espíritu que esta sobre ti, y las palabras que Yo he puesto en tu boca, no se apartaran de ella...". Felizmente poseemos la interpretación autentica de este lugar en Rom. ll, 26; donde el Apóstol de los gentiles lo relaciona con la futura salvación de Israel. Encontramos aquí la idea de un nuevo pacto, distinto de los pactos anteriores hechos con Abraham y Moisés. Será un pacto espiritual, idéntico con la Nueva Alianza, a la cual los judíos convertidos se asociaran y con ello recobraran sus prerrogativas antiguas (Rom. 11, 29). 

También por boca de Jeremías (cap. 31) y Ezequiel (cap. 37) promete Dios hacer una nueva alianza con su pueblo. Dice el profeta Jeremías: "He aquí que vienen días, afirma Yahve, en que pactare con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva... Este será el pacto que Yo concertaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Yahve: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón y seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y no necesitarán instruirse los unos a los otros, ni el hermano a su hermano, diciendo: ‘conoced a Yahve’; pues todos ellos me conocerán, desde el más pequeño hasta el mayor, dice Yahve; porque perdonaré su culpa y no recordaré más sus pecados" (Jer. 31, 31-34). 

Nótese ante todo que este vaticinio se dirige a ambos reinos judíos, el de Israel y el de Judá, no obstante la ruina total de aquel y la situación desesperada de este, y que su fin es consolar a todas las tribus de Israel, no solamente a las dos que formaban el reino de Judá. Los que entienden por Israel a la Iglesia, han de reconocer que no se ha cumplido aún, o solo muy imperfectamente, pues se necesitan todavía instrucción, catequesis, predicación y estamos muy lejos de aquel estado feliz en que no habrá más necesidad de enseñanza religiosa. Tomarlo en sentido hiperbólico es igualmente peligroso, pues es Dios quien habla en el pasaje citado, y El no exagera como lo hacen los hombres. Además, aplicar exclusivamente a la Iglesia todos los vaticinios que hablan de un glorioso porvenir de Israel significaría acusar a la Iglesia de las iniquidades a que ellos aluden, como por ejemplo en el vaticinio citado, que no solamente habla de la nueva alianza con Israel, sino también de su "culpa" y sus "pecados" (Jer. 31, 34). 

Más peligroso aun es el método de reservar, para los judíos todas las profecías desagradables, y para nosotros todas las agradables, aunque el profeta las dirige expresamente a las tribus de Jacob, a Israel, Jerusalén, Sion, etc. En el ultimo numero de "Estudios Bíblicos", enero-marzo de 1949, pag. 99, el P. José Ramos García C.M.F., critica este sistema con las siguientes palabras: "Si en lugar de conceder a cada uno lo que es suyo como piden de consuno la justicia y la Hermenéutica, se emplea el arcaduz de la espiritual alegoría para escanciar de buenas a primeras el contenido de los magníficos vaticinios en la Iglesia de la primera etapa, mientras Israel no está con ella, es obvio que al Israel converso no le han de quedar más que las esculladuras de las divinas promesas, no obstante mirar a él primera y principalmente. Y de pasar la cosa así como esa interpretación pretende, habría razón para aplicar a las grandiosas promesas, tan repetidas, ponderadas y precisas, hechas por Dios a ese pueblo, el dicho del poeta Venusino: "Parturient montes, nascetur ridiculus mus", lo que haría de la mayor parte de ellas algo así como una broma pesada." 


- Del Libro "Espiritualidad Bíblica"


Monseñor Johannes Straubinger nació en Esenhausen, Alemania en 1883 y murió en Stuttgart, Alemania en 1956. Ingresó al Seminario de Stuttgart en 1896 y es ordenado sacerdote en 1907, después alcanzaría el doctorado en hebreo y otras lenguas orientales. En viajes a Oriente Medio, más específicamente a Egipto, tuvo acceso a antiguos códices que contenían las Sagradas Escrituras en lengua siríaca, árabe y griego. Por problemas que tuvo en su país natal por traducir la Encíclica "Mit Brennender Sorge" del Papa Pío XI (encíclica en las que el Papa denunciaba la irregularidades del Tercer Reich) se exilió en Suiza primero (1937), y después a la Argentina (1938) donde fue Profesor de Sagrada Escritura del Seminario de San José de la Arquidiócesis de la Plata (1940- 1951).

Escribió varias obras con temática bíblica- exegética, una de las más famosas fueron sus publicaciones de "Revista Bíblica" (1940) pero su obra más grande fue la "Biblia Platense Comentada" (1951) donde brinda al lector una lectura sabrosamente espiritual de las Sagradas Escrituras explicando con la más ortodoxa doctrina los pasajes bíblicos más dificultosos. Su edición de la Biblia fue reeditada por la Universidad Católica de la Plata en 2014. En 1951 regresa a Alemania donde finalmente entrega su alma al Padre Eterno en 1956. Monseñor Straubinger es sin duda uno de los más grandes exégetas bíblicos de nuestra épcoa. Recomendamos su lectura.



PAX VOBIS.

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