MES DE MARÍA- DÍA NOVENO


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 09 de Mayo.


                                DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacen
En premio tú nos des.

                                       DÍA 9: Favor de María hacia un pecador

Refiere el venerable Juan Herolt, que se llamaba por humildad el Discípulo, que había un casado en desgracia de Dios. No pudiendo su esposa hacerle desistir del pecado, le suplicó que al menos, en aquel miserable estado, tuviera para con la Madre de Dios la atención de que siempre que pasara ante alguna imagen suya la saludara con el Ave María. Y el marido comenzó esa devoción.        
Yendo una noche aquel malvado a pecar, vio una luz; se fijó y advirtió que era una lámpara que ardía ante una devota imagen de María con el Niño Jesús en los brazos. Rezó su Ave María como de costumbre, pero después ¿qué es lo que vio? Vio al Niño cubierto de llagas que manaban fresca sangre. Entonces, a la vez aterrado y enternecido, pensando que él con sus delitos había llagado así a su Redentor, rompió a llorar. Y observó que el Niño le volvía la espalda, por lo que, lleno de confusión, recurrió a la Virgen santísima, diciéndole: “Madre de misericordia, tu Hijo me rechaza; yo no puedo encontrar abogada más piadosa y poderosa que tú que eres mi Madre; Reina mía, ayúdame y ruégale por mí”. La Madre de Dios le respondió desde la imagen: “Vosotros, pecadores, me llamáis madre de misericordia, pero luego no dejáis de hacerme madre de miserias renovando la pasión de mi Hijo y mis dolores”.

Pero como María no es capaz de dejar desconsolado al que se postra a sus pies, se volvió a rogar a su Hijo que perdonase a aquel pecador. Jesús seguía reacio a perdonarle. Y la Virgen, dejando al Niño en la sede, se postró ante él diciendo: “Hijo mío, mírame a tus pies pidiendo perdón por este pecador”. Y entonces Jesús le dijo: “Madre, yo no te puedo negar nada. ¿Quieres que le perdone? Yo por tu amor le perdono; que se acerque y me bese estas llagas”. Se acercó el pecador llorando copiosamente, y conforme besaba las llagas del Niño éstas se iban cerrando. Por fin Jesús le dio un abrazo como muestra de perdón. El hombre cambió de vida, llevando en adelante una vida santa, devotísimo de la Virgen que le había obtenido gracia tan extraordinaria.

ORACIÓN PARA PARTICIPAR EN LOS MÉRITOS DE CRISTO

Bendigo, Virgen María, tu corazón generoso
que es la delicia y el descanso de Dios.
Corazón lleno de humildad,
de pureza y de amor de Dios.

Yo, infeliz pecador, me llego a ti
con el corazón enfangado y llagado.
Madre piadosa, no me desprecies por esto,
sino muévete a mayor compasión para ayudarme.
No busques en mí, para auxiliarme,
ni virtud ni méritos.

Estoy perdido y sólo merezco el infierno.
Mira sólo, te lo pido, la confianza que pongo en ti
y la voluntad resuelta de enmendarme.
Mira lo que Jesús ha hecho y padecido por mí.
Te presento las penas de su vida,
el frío de Belén y el viaje a Egipto;
la pobreza, la sangre derramada,
los sudores y tristezas,
la muerte que ante ti soportó por amor mío;
por amor de Jesús empéñate en salvarme.

No puedo ni quiero temer, María,
que vayas a dejarme;
por eso a ti recurro en busca de socorro.
Si temiera, haría injuria a tu misericordia
que busca ayudar a los necesitados.
No niegues tu piedad, Señora,
a quien Jesús no ha negado su sangre.
Mas esos méritos no se me aplicarían
si tú no intercedes por mí ante Dios.
De ti espero mi eterna salvación.

No te pido ni honores ni riquezas;
te pido gracia de Dios y amor a tu Hijo;
cumplir su santa voluntad,
y el paraíso para amarlo eternamente.
¿Será posible que no me ayudes?
No, que ya me ayudas como espero;
rezas por mí, me otorgas lo que pido
y me aceptas bajo tu protección.
No me dejes, Madre mía;
sigue rezando por mí hasta que me veas
salvo a tus plantas en el cielo,
bendiciéndote y dándote gracias siempre. Amén.

Rezar tres Avemarías y una Salve.

PAX VOBIS.

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