MES DE MARÍA- DÍA TERCERO


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 03 de Mayo.



                                          DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacen
En premio tú nos des.

                                                   DÍA 3: Muerte santa de una pastorcilla

Narra el P. Auriema que una pobra pastorcilla que guardaba su rebaño amaba tanto a María, que toda su delicia consistía en ir a la ermita de nuestra Señora que había en el monte y estarse allí, mientras pastaba el rebaño, hablando y haciendo homenajes a su amada Madre. Como la imagen, que era de talla, estaba desprovista de adornos, como pudo le hizo un manto. Otro día, con flores del campo hizo una guirnalda y subiendo sobre el altar puso la corona a la Virgen, diciendo: “Madre mía, bien quisiera ponerte corona de oro y piedras preciosas, pero como soy pobre recibe de mí esta corona de flores y acéptala en señal del amor que te tengo”. Con éstos y otros obsequios procuraba siempre esta devota jovencita servir y honrar a su amada Señora. Pero veamos cómo recompensó esta buena Madre las visitas y el amor de esta hija suya. 

Cayó la joven pastorcita gravemente enferma, y sucedió que dos religiosos pasaban por aquellos parajes. Cansados del viaje, se pusieron a descansar bajo un árbol. Uno de ellos dormía, pero ambos tuvieron la misma visión. Vieron una comitiva de hermosísimas doncellas, entre las que descollaba una en belleza y majestad. “¿Quién eres, señora, y  dónde vas por estos caminos?”, le preguntó uno de los religiosos a la doncella de sin igual majestad. “Soy la Madre de Dios –le respondió- que voy con estas santas vírgenes a visitar a una pastorcilla que en la próxima aldea se halla moribunda y que tantas veces me ha visitado”. Dicho esto, desapareció la visión. Los dos buenos siervos de Dios se dijeron: “Vamos nosotros también a visitarla”. Se pusieron en camino y pronto encontraron la casita y a la pastorcita en su lecho de paja. La saludaron y ella les dijo: “Hermanos, rogad a Dios que os haga ver la compañía que me asiste”. Se arrodillaron y vieron a María que estaba junto a la moribunda con una corona en la mano y la consolaba. Luego las santas vírgenes de la comitiva iniciaron un canto dulcísimo. En los transportes de tan celestial armonía y mientras María hacía ademán de colocarle la corona, la bendita alma de la pastorcita abandonó su cuerpo yendo con María al paraíso.

ORACIÓN PARA ALCANZAR EL AMOR DE MARÍA

¡María, tú robas los corazones!
Señora, que con tu amor y tus beneficios
robas los corazones de tus siervos,
roba también mi pobre corazón
que tanto desea amarte.
Con tu belleza has enamorado a Dios
y lo has atraído del cielo a tu seno.
¿Viviré sin amarte, madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto
de haber conseguido tu amor,
pero un amor constante y tierno
hacia ti, madre mía,
que tan tiernamente me has amado
aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, María,
si tú no me hubieras amado
e impetrado tantas misericordias?
Si tanto me has amado cuando no te amaba,
cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.

Te amo, madre mía,
y quisiera un gran corazón que te amara
por todos los infelices que no te aman.
Quisiera una lengua
que pudiera alabarte por mil,
y dar a conocer a todos tu grandeza,
tu santidad, tu misericordia
y el amor con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas, 
todas quisiera gastarlas en honrarte.
Si tuviera vasallos,
a todos los haría tus amantes.
Quisiera, en fin, si falta hiciera,
dar por ti y por tu gloria hasta la vida.

Te amo, madre mía, pero al tiempo
temo no amarte cual debiera
porque oigo decir que el amor
hace, a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de ti tan diferente,
triste señal será de que no te amo.
¡Tú tan pura y yo tan sucio!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio!
¡Tú tan santa y yo tan pecador!
Pero esto tú lo puedes remediar, María.
Hazme semejante a ti pues que me amas.
Tú eres poderosa para cambiar corazones;
toma el mío y transfórmalo.
Que vea el mundo lo poderosa que eres
a favor de aquellos que te aman.
Hazme digno de tu Hijo, hazme santo.
Así lo espero, así sea.


Rezar tres Avemarías y una Salve.

PAX VOBIS.

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