MES DE MARÍA- DÍA TRIGÉSIMO PRIMERO Y ULTIMO.


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 31 de Mayo.


                            DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacen
En premio tú nos des.

                                  DÍA 31: Conversión en la hora de la muerte

Se refiere en las Revelaciones de santa Brígida que había un caballero cuya liviandad y dañadas costumbres corrían parejas con la nobleza de su cuna. Por pacto expreso se había entregado en cuerpo y alma al demonio y por espacio se sesenta años había servido como vil esclavo a su infernal señor alejado de los sacramentos y con una vida rota y descompuesta.

Al fin el hombre cayó enfermo, y Jesucristo, queriendo usar de misericordia con él, dijo a santa Brígida, que mandara a su confesor a visitarlo y le exhortara a confesarse. El confesor de la santa fue a ver al paciente, el cual le dijo que no tenía necesidad pues se había confesado muchas veces. Fue segunda vez el confesor, y segunda vez, el esclavo de satanás rehusó confesarse. De nuevo se apareció el Señor a santa Brígida pidiéndole que de nuevo fuera el sacerdote a visitar al anciano enfermo. Volvió a verlo por tercera vez y le dijo que había vuelto tantas veces en nombre de Jesucristo, porque así lo había pedido a su sierva Brígida para ser instrumento de sus misericordias. Estas palabras enternecieron al pobre enfermo y rompió a llorar diciendo: “Pero ¿hay perdón para mí que durante sesenta años he sido esclavo de satanás y he manchado mi alma con innumerables pecados?” “Ten ánimo, hijo mío –le dijo el sacerdote– no dudes de alcanzar misericordia; basta que te arrepientas para que yo, en nombre de Jesucristo, te perdone”. Abriendo el pecador su corazón a la confianza, dijo al confesor: “Padre, yo me tenía ya por condenado y estaba desesperado de mi salvación, pero ahora siento tan gran dolor de mis pecados que me da aliento para esperar de Dios el perdón. Ya que el Señor no me ha abandonado, quiero ahora mismo confesarme”. Se confesó aquel día cuatro veces con gran dolor; al día siguiente recibió la Sagrada Comunión. No había pasado una semana cuando murió tranquilo y resignado. 

Poco después le reveló Jesucristo a santa Brígida que aquel hombre se había salvado, y que estaba en el purgatorio. Y le dijo más: que se había salvado merced a intercesión de su santísima Madre, porque, en medio de sus desórdenes y pecados, había conservado siempre la devoción  a sus dolores, pues cada vez que pensaba en ellos no podía dejar de compadecerse de ella.

ORACIÓN PIDIENDO A MARÍA TRES FAVORES

Madre mía afligida,
reina de los mártires y de los dolores,
que tanto has llorado a tu Hijo,
muerto por mi salvación.
¿De qué me servirían tus lágrimas
si llegara a condenarme?

Por los méritos de tus dolores
alcánzame el dolor de mis pecados,
y verdadera enmienda de mi vida,
con una constante y tierna compasión
de la Pasión de Jesús
y de tus sufrimientos.
Si Jesús y tú, siendo inocentes,
tanto habéis sufrido por mí,
obtenedme que sepa sufrir por vuestro amor.

Señora mía, si te ofendí,
justo es que hieras mi corazón.
Y si fiel te he servido,
hiérelo también por especial favor.
Es injusto ver a mi Jesús herido
y a ti, que estás también con él, herida,
y yo, en cambio, encontrarme ileso.
Por la angustia que sentiste, Madre mía,
al contemplar a tu Hijo,
abrumado de penas, muriendo en la cruz,
te suplico me obtengas
la gracia de una buena muerte.

Abogada de los pecadores,
no dejes de asistirme
cuando, afligido y conturbado,
esté para pasar a la eternidad.
Os invoco ahora por si no tengo voz
para invocar el nombre de Jesús y el tuyo,
y pido a tu Hijo y a ti me socorráis
en el último instante, y ahora digo:
Jesús y María, mi esperanza,
a vosotros encomiendo el alma mía. Amén.

Rezar tres Avemarías y una Salve.


          ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Yo………… me entrego, Madre, a Tu protección y a Tu guía; no deseo caminar solo en medio de la tempestad de este mundo. 

Ante Ti me presento, Madre del Divino Amor, con mis manos vacías, pero con mi corazón colmado de amor y esperanza en Tu intercesión. 

Te ruego me enseñes a amar a la Santísima Trinidad con Tu mismo Amor, para no ser indiferente a Sus llamados ni indiferente a la humanidad. 

Toma mi mente, mi pensamiento, mi consciente e inconsciente, mi corazón, mis deseos, mis expectativas, y unifica mi ser en la Voluntad Trinitaria, como lo hiciste Tú, para que la Palabra de Tu Hijo no caiga en terreno árido. 

Madre, unido (a) a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo: sangrante y despreciado en este instante de oscuridad, elevo a Ti mi voz suplicante para que la discordia entre los hombres y los pueblos sea aniquilada por Tu Amor Materno. 


SOLEMNEMENTE TE CONSAGRO HOY, MADRE SANTÍSIMA, TODA MI VIDA DESDE MI NACIMIENTO. CON PLENO USO DE MI LIBERTAD, RECHAZO AL DEMONIO Y SUS MAQUINACIONES Y ME ENTREGO A TU INMACULADO CORAZÓN. TÓMAME DE TU MANO DESDE ESTE INSTANTE, Y A LA HORA DE MI MUERTE, PRESÉNTAME ANTE TU DIVINO HIJO. 


Permite Madre de Bondad, que esta mi consagración sea llevada en manos de los Ángeles a cada corazón para que se repita al infinito en cada criatura humana. 

Amén.

PAX VOBIS.

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