MES DE MARÍA- DÍA DECIMOSEGUNDO


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 12 de Mayo.


                                   DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacen
En premio tú nos des.

                                        DÍA 12: Convertido al no renegar de María

Refieren el Belovacense y Cesáreo que un joven noble, por sus vicios, se vio reducido de rico como lo había dejado su padre, a tanta pobreza que necesitaba mendigar para comer. Se fue a vivir lejos, donde no fuese conocido para no pasar tanta vergüenza. Por el camino se encontró con un viejo criado de su padre, quien al verlo tan afligido por la pobreza en que había caído le dijo que no perdiese el ánimo, porque él podía ponerlo en relación con un príncipe que lo proveería de todo.

El antiguo sirviente se había convertido en un impío hechicero. Un día tomó consigo al infeliz joven y lo llevó a través de un bosque a la orilla de un lago, donde comenzó a hablar con una persona invisible. El joven le preguntó con quién hablaba. Le respondió que con el demonio; y al ver el espanto del joven trató de animarlo para que no tuviera miedo. Y continuó hablando con el demonio: “Señor –le dijo–, este joven está reducido a extrema miseria y quiere volver a su antigua posición”. “Cuando quiera obedecerme –respondió el enemigo– le haré más rico que antes, pero en primer lugar tiene que renegar de Dios”. Ante esta propuesta se horrorizó el joven, pero instigado por le maldito mago lo hizo y renegó de Dios. “Pero esto no basta –replicó el demonio–, es necesario también que reniegue de María, porque ella es la que nos causa más pérdidas. ¡A cuántos nos los arranca de las manos y los lleva a Dios para salvarlos!” “¿Qué yo reniegue de mi madre? ¡Eso sí que no! –gritó el joven–. ¡Ella es toda mi esperanza! ¡Prefiero andar mendigando toda mi vida!” Y el joven se alejó apresuradamente de aquel lugar.

A la vuelta acertó a pasar por una iglesia de María. Entró el desconsolado joven y, postrándose ante su imagen, comenzó a llorar amargamente y a pedir a la santísima Virgen que le obtuviera el perdón de sus pecados. Y he aquí que María, desde su imagen, se puso a rogar a su Hijo a favor de aquel infeliz. Jesús le dijo: “Pero si es un ingrato, Madre mía; ha renegado de mí”. Mas como María no dejaba de suplicarle, al fin le dijo: “Madre mía, jamás te he negado nada; sea perdonado ya que tú me lo pides”.

Todo esto lo estaba observando providencialmente el señor que había comprado la hacienda del joven. Y viendo la piedad de María con aquel pecador y como tenía una hija única se la dio por esposa, haciéndolo heredero de todos sus bienes. Y así aquel joven recuperó, gracias a María, la gracia de Dios y hasta los bienes temporales.

ORACIÓN PARA PEDIR EL AMOR A DIOS

Qué esperanza de salvación y vida eterna
me da el Señor
al haberme otorgado por su misericordia
tal confianza en el auxilio de su Madre,
a pesar de que por mis pecados
he incurrido en su desgracia y he merecido fatal condena.
Doy gracias a Dios y a mi protectora María
que se ha dignado
acogerme bajo su manto,
como lo demuestran tantas gracias
como por su medio he recibido.

Sí que te agradezco, Madre mía,
tantos bienes como me has regalado.
Reina mía, ¡de cuántos peligros me has librado!
¡Cuántas luces y misericordias
me has alcanzado de Dios!
¿Qué atenciones o qué beneficios
has recibido de mí
para que así te empeñes en favorecerme?
Sólo tu bondad es quien te mueve.

Aunque diera por ti mi sangre y mi vida,
sería muy poco parea lo que te debo,
a ti que me has librado de eterna muerte
y por ti he recobrado la gracia de Dios, como confío.
De ti proviene, lo sé, toda mi dicha.
Mi Señora, yo lo que tengo que hacer
es alabarte siempre y amarte.
Acepta el afecto de un pobre pecador
que está enamorado de tu bondad.

Si mi corazón es indigno de amarte
por estar lleno de afectos terrenales,
cámbiamelo, que en tu mano está el hacerlo.
Y luego úneme a mi Dios de tal manera
que no pueda separarme de su amor.
Esto quieres de mí, que ame a tu Dios;
y lo mismo pido de ti, que yo le ame
y le ame siempre, que nada más deseo. Amén.

Rezar tres Avemarías y una Salve.

PAX VOBIS.

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