MES DE MARÍA- DÍA QUINTO


Mes de Mayo consagrado a la Santísima Virgen Maria, tomado del libro "Las Glorias de Maria" de San Alfonso de Ligorio- Día 05 de Mayo


                                  DEVOCIÓN DEL MES DE MARÍA SANTÍSIMA

Al inicio:

Venid, amantes hijos,
Con flores de alegría,
Con flores a María,
Que madre nuestra es

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima doncella
Más que la luna bella
Postrados a tus pies,

Venimos a ofrecerte
Flores del bajo suelo;
Con cual ardiente anhelo,
Señora tu lo vez.

Con ella presentamos
Para alcanzar tus dones
Rendidos corazones,
Si bien ya lo posees.

Jamás tu amor consienta
Que en este triste mundo,
Fiero cual mar profundo,
Sufran algún revés.

No solos ¡hay! Los dejes,
No solos ir surcando,
Porque sin ti luchando
Darán luego al través.

Gobierne el frágil leño
Tu brazo poderoso
Y siempre hasta el dichosos
Puerto velando estés.

Y así a tus dulces ojos
Hoy nuestras flores placen,
Las que en la gloria nacen
En premio tú nos des.

                                                 DÍA 5: Elena, convertida por el rosario

Refiere el P. Bovio que había una prostituta llamada Elena; habiendo entrado en la Iglesia, oyó casualmente una predicación sobre el rosario; al salir se compró uno, pero lo llevaba escondido para que no se lo viesen. Comenzó a rezarlo y, aunque lo rezaba sin devoción, la santísima Virgen le otorgó tales consolaciones y dulzuras al recitarlo, que ya no podía dejar de rezarlo. Con esto concibió tal horror a su mala vida, que no podía encontrar reposo, por lo cual se sintió impelida a buscar un confesor; y se confesó con tanta contrición, que éste quedó asombrado.

Hecha la confesión, fue inmediatamente al altar de la santísima Virgen para dar gracias a su abogada. Allí rezó el rosario; y la Madre de Dios le habló así: “Elena, basta de ofender a Dios y a mí; de hoy en adelante cambia de vida, que yo te prometo colmarte de gracias”. La pobre pecadora, toda confusa, le respondió: “Virgen santísima, es cierto que hasta ahora he sido una malvada, pero tú, que todo lo puedes, ayúdame, a la vez que yo me consagro a ti; y quiero emplear la vida que me queda en hacer penitencia de mis pecados”.

Con la ayuda de María, Elena distribuyó sus riquezas entre los pobres y se entregó a rigurosas penitencias. Se veía combatida de terribles tentaciones, pero ella no hacía otra cosa que encomendarse a la Madre de Dios, y así siempre quedaba victoriosa. Llegó a obtener gracias extraordinarias, revelaciones y profecías. Por fin, antes de su muerte, de cuya proximidad le avisó María santísima, vino la misma Virgen con su Hijo a visitarla. Y al morir fue vista el alma de esta convertida volar al cielo en forma de bellísima paloma.


ORACIÓN POR LOS MÉRITOS DE JESÚS

¡María, Madre de Dios y mi esperanza!
Mira a tus pies a un pobre pecador
que implora tu clemencia.
Tú eres llamada por toda la Iglesia,
y por todos los fieles proclamada,
el refugio de los pecadores.
Tú eres mi refugio y tú me has de salvar.

Bien sabes cuánto desea tu Hijo salvarnos.
Sabes lo que sufrió por salvarme.
Te presento, Madre mía, los sufrimientos de Jesús;
el frío de la gruta y la huída a Egipto;
las fatigas y sudores que padeció;
la sangre que derramó y los dolores que sufrió
pendiente de la cruz ante tus ojos.
Dame a conocer cómo amas a tu Hijo
mientras, por amor a tu Hijo,
te ruego que me ayudes.
Dale la mano a un caído que pide piedad.

Si yo fuera santo no necesitaría misericordia,
pero porque soy pecador
recurro a ti que eres la madre de la misericordia.
Yo sé que tu piadoso corazón
encuentra su consuelo en socorrer a los perdidos
cuando no son obstinados
Consuela hoy tu corazón piadoso
y consuélame a mí,
ya que tienes ocasión de salvarme.

Me pongo en tus manos; dime qué he de hacer
y dame fuerzas para cumplirlo,
al tiempo que propongo hacer todo lo posible
para recobrar la gracia de Dios.
Me refugio bajo tu manto.
Jesús quiere que yo recurra a ti, que eres su Madre,
para que por tu gloria y su gloria
no sólo su sangre, sino también sus plegarias,
me ayuden a salvarme.
Él me manda a ti para que me socorras.

Heme aquí, María;
a ti recurro y en ti confío.
Tú que ruegas por tantos otros,
ruega y di una palabra en mi favor.
Di a Dios que quieres que me salve,
que Dios ciertamente me salvará.
Dile que soy tuyo, nada más te pido.

Rezar tres Avemarías y una Salve.

PAX VOBIS.

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